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Jesús siente hambre de los frutos espirituales en las almas. Un hecho, de todo misterioso, registra el evangelio, con el que Jesús patentizó esa hambre. Lo narra San Mateo 21  “Por la mañana, cuando volvía a la ciudad, tuvo hambre. Y viendo un árbol de higuera junto al camino, se acercó a ella y no hallando en ella sino hojas solamente, le dijo: “nunca jamás nazca fruto de ti. Y se secó al punto la higuera». Según Crisóstomo, este hecho es imagen del rigor con que tratará a aquellos que se pareciesen a la higuera, sino encontrase frutos dignos de penitencia, en cualquier tiempo en que el Señor viene a visitarnos.

Que los hombres de hoy vuelvan a Cristo y se conformen con sus preceptos… Pero no hay frutos sin flores, Jesús fruto dulcísimo y benditísimo que el mundo necesita nos vendrá por María, hermosísima y benditísima Flor. Con razón clamamos a María y siempre debemos hacerlo vehementemente-«¡Muestranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre»!

Si Jesús es el Rey de los frutos espirituales, María es la Reina de las flores espirituales. Ofreciendo flores a María, ella nos dará en recompensa el fruto de su seno, Jesús y los frutos celestiales que de Jesús provienen. Acudamos a María, divina y celeste Flor. Invoquémosle, Corramos tras el suavísimo perfume de virtudes que exhala María Flor de las flores.

A este perfume unamos el aroma delicado de nuestro filial afecto. Ofrezcamos a María las flores de nuestra devoción, de nuestra oración y piedad, para que ella nos las cambie en frutos de bendición, de gracia y santidad. Flores de escaso aroma serán las nuestras, pero María les prestará el suyo. Decía el Santo Cura de Ars: “Cuando nuestras manos se han impregnado de aromas, embalsaman todo lo que tocan; hagamos pasar nuestras oraciones por las manos de la Santísima Virgen y se embalsamarán”

Ofrezcamos flores a María sobre todo en el mes de mayo, que es por excelencia el mes de las flores.  Pase el invierno de la frialdad e indiferencia y aparezcan las flores de los obsequios ofrendadas a Jesús por manos de María. Ella tomará nuestras flores en sus manos virginales y las santificara; las vivificará con su hálito purísimo; las estrechará contra su corazón dándoles calor para que fructifiquen. Un mes de mayo marianamente florido será un mayo cristianamente fructífero.

Las flores ofrecidas  a María no deben ser flores efímeras, de un día o momento; no deben marchitase enseguida, no deben ser únicamente vistosas y con extravagantes aromas, sino permanentes y fructíferas. Flores capaces de convertirse con la ayuda y bendición materiales, en los tan anhelados frutos de Jesús. A fin de que sea una gozosa realidad que a los frutos de Jesús se llegue por las flores de María.

Revista Praesentata: Pbro. Alejandro María Mreno García, Fundador de las Hermanas Presentacionistas