«Cuantas más veces acudamos a María, más veces Ella nos acercará a Jesús». P. Alejandro María.
“A Jesús por María”. A Jesús, Hijo, por María, su Madre. Jesús, a partir de la Encarnación, jamás dejará de ser hombre. Hombre nacido de María, a la que se halla estrechamente ligado. Jesús, encarnado en el seno purísimo de María, será siempre hijo de María, y, por ello, María siempre será Madre de Jesús. Desde el momento de la Encarnación ya no se concibe a Jesús sin María; al Hijo sin la Madre. En la economía de la Redención nada hay sin María. He aquí una fórmula: “Nada de Jesús sin María”. O lo que es igual: Jesús de María, por María, con María, en María…Jesús nos dijo: “Nadie va al Padre sino por Mi” Y a María le corresponde agregar: “Nadie va al Hijo sino por Mi” verdad. Nadie puede llegar a Dios Padre, al cielo, a su salvación, si no es por Dios Hijo, el Mediador y Salvador. Pero tampoco nadie puede llegar al hijo Salvador, si no es por la Madre de Este. Con razón se declaró en el Concilio provincial de Reims el 1953: “Nunca la Madre ha de separarse del hijo. Porque, como dice San Bernardo: “Para con el mediador es necesario otro mediador, y ninguno más útil a nosotros que María”. De aquí que, cuando en la Iglesia, al correr de los tiempos, se establecen festividades nuestras para gloria de Jesús, poco después se instituyen otras análogas en honor de María. Y expresamente consta que esto ha sucedido siempre. Instaurado públicamente, con el favor divino, el culto del Corazón de Jesús, los fieles comenzaron a dar culto al Corazón de María…”
Lejos, pues, de nosotros, el temor de que la Madre nos separe del Hijo, María de Jesús. Antes bien estemos seguros de que nos lleva a Él, y con Él nos relaciona, y con Él nos amista. “Si la devoción a la Santísima Virgen, -repitamos con San Luis Griguion de Montfor, nos separase de su hijo, sería preciso desecharla como una ilusión del demonio; pero precisamente hemos menester de María para lo contrario…” No es María una nube que oculte al divino Sol. Es, sí, bella Aurora que no anuncia, y prepara su venida, haciéndola suave, risueña, atractiva. Al modo que la aurora recibe al sol luminosa gracia opero le presta encantadora belleza, María, que recibe del divino Sol luz y gracia, le circunda a su vez de encanto y hermosura. La Madre tiene que velar por los intereses de su hijo. Una Madre tan buena y santa, tan anhelosa de la gloria de Dios, tan amante de su Hijo, no puede estar en pugna con su Hijo Dios, ni restarle devotos. Añádase a esto que la Virgen María, Madre del Hijo divino, es también Madre de todos los hombres, redimidos por su Jesús, hermanos suyos. De donde resulta que las devociones a Jesús y María son una misma devoción. Una a otra se ayuda o robustecen. La Santísima Virgen es Mediadora o intermediaria entre Jesús, Mediadora delante del Padre, y la humanidad; entre su Hijo divino y sus hijos humanos. Esta es la idea temática, la idea madre de la Revista que sostenemos; idea sobre la cual, como sobre roca viva, fundamentamos nuestra doctrina mariana, parroquial, eucarística. Digamos, y digamos sin cesar: “A Jesús por María”. Cuantas más veces acudamos a María, más veces Ella nos acercará a Jesús. Digamos alborozados: Al Hijo por la Madre. A Jesús por María, “de la cual nació Jesús, que es llamado el Cristo”
Padre Alejandro María.