Presentacionistas Parroquiales Adoradoras.

«El celo por tu casa me devora». 

¿SOMOS?

Nos llamamos, oficialmente, Hermanas Presentacionistas Parroquiales Adoradoras. Este es el nombre que el Espíritu inspiró a nuestro Padre Fundador, Alejandro María Moreno, y con el que ha sido aprobado nuestro Instituto en la Iglesia. Por eso, es nuestro nombre propio en la misma Iglesia y en la sociedad. La sigla, que acompaña nuestro nombre personal, es HPPA.

MISIÓN

Por medio de la Iglesia

Recibimos nuestra misión apostólica por medio de la Iglesia y la ejercemos en su nombre. En virtud de nuestro Carisma, nos comprometemos a promover, sobre todo en el ámbito de la Parroquia, la vivencia de la Liturgia, singularmente la celebración de la sagrada Eucaristía y la adoración del SS. Sacramento, la práctica de la catequesis y la cooperación activa en las distintas actividades apostólicas. Ejercemos nuestro apostolado parroquial principalmente en los ámbitos siguientes:

Espiritual

  • Adoración eucarístico-reparadora.
  • Oración: por la Iglesia universal y por la Iglesia particular.

Pastoral

b) Pastoral:

  • Pastoral litúrgica.
  • Pastoral catequética.
  • Pastoral de enfermos.
  • Movimientos apostólicos.
  • Atención a la infancia.
  • Enseñanza religiosa en los centros educativos.
  • Formación de Agentes de Pastoral.
  • Atención a los pobres y obreros de la Parroquia.
  • Cualquier misión apostólica que la Iglesia quiera confiarnos, en conformidad con nuestro Carisma.

Material

  • Custodia de la Eucaristía.
  • Decoro del templo.
  • Atención a la Sacristía.
  • Atención al Despacho parroquial.

CARISMA

¿Carisma?

Nuestro Carisma en la Iglesia es una “experiencia del Espíritu Santo” que se nos ha comunicado para que vivamos según ella, la custodiemos en fidelidad, la profundicemos cada día más y la vayamos desarrollando constantemente, en sintonía con el Cuerpo de Cristo, siempre en crecimiento. Esta experiencia supone y exige una especial y progresiva configuración con la SS. Virgen María, en el misterio de su Presentación en el Templo, y nos hace revivir sus mismos sentimientos y actitudes: su total consagración a Dios, su adhesión incondicional a la voluntad divina, su docilidad activa al Espíritu Santo, su plena disponibilidad, su sencillez y su abandono confiado en la Providencia.

¿Y la Santísima Virgen?

Nosotras profesamos un entrañable amor filial a la Santísima Virgen y, a imitación suya, creemos de verdad que Dios nos ama y queremos realizar también, en nuestra vida consagrada, como ella y apoyadas en su misma fidelidad, la vocación-misión que de él hemos recibido.

¿Adoradoras?

La Eucaristía, en cuanto Sacrificio y en cuanto Sacramento, constituye el centro mismo de nuestra vida consagrada, de nuestra espiritualidad y de nuestra misión evangelizadora. En nuestra vocación-misión de Adoradoras, procuramos que, a imitación de Cristo y de María, toda nuestra vida -lo que somos y lo que hacemos- sea una liturgia viva.

¿Parroquiales?

Nuestra vida consagrada y nuestra misión apostólica, se desarrolla, principalmente, en el ámbito de la Parroquia, Comunidad de Fe y parte viva de la Iglesia Particular a la que pertenecemos. Por nuestra vocación, colaboramos activamente con el Párroco, como fieles y eficaces auxiliares suyas, en todas las dimensiones de la vida parroquial, sobre todo, viviendo nosotras mismas y promoviendo en los demás una auténtica vida eucarística: la celebración, el culto y la adoración de la SS. Eucaristía.

Espiritualidad Presentacionista

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En la Eucaristía encuentra la Presentacionista el temple de su vida religiosa, en cuanto Sacrificio y en cuanto Sacramento, es centro, fuente y raíz de toda nuestra vida y misión.

En el Sagrario centra y atrae todos los anhelos de su corazón, acompañándole y reparándole por la soledad que padece en tantos templos, y ora por las necesidades de la Iglesia.

La devoción a la Santísima Virgen, a la que tienen por madre y Titular, en el misterio de su Presentación en el Templo, es fundamental en la vida de las Presentacionistas, quienes encuentran en María un modelo de entrega y nos hace revivir sus mismos sentimientos y actitudes: su total consagración a Dios, su adhesión incondicional a la voluntad divina, su docilidad activa al Espíritu Santo, su plena disponibilidad, su sencillez y su abandono confiado a la Providencia.
Se identifican sacerdotalmente con los pastores del Pueblo de Dios. oran por su santificación y la eficacia de su ministerio entre los hombres.

Nuestro Carisma en la Iglesia es una “experiencia del Espíritu Santo” que se nos ha comunicado para que vivamos según ella, la custodiemos en fidelidad, la profundicemos cada día más y la vayamos desarrollando constantemente, en sintonía con el Cuerpo de Cristo...