Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano; métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”. Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”. Jn 20
Estamos llamado a la intimidad con Dios. De hecho, podemos decir que, todas las interrogantes de nuestra vida, encuentran en esta verdad, su respuesta.
Desde la caverna de los tiempos, escuchamos la misma afirmación: “el mundo está perdido, el mundo está en destrucción”.
En medio del caos que supone el vertiginoso ritmo del cambio: tecnológico, social, humano, nos desorienta la deriva que toman las cosas.
Sin embargo, poniendo algo de cordura en todo el caos, hay algo que no debemos perder de vista: El Dios del amor está al control de su Creación. Creo que es cuestión de perspectiva. Mirar las cosas complejas con la perspectiva sesgada que tenemos de las cosas, es avocar nuestro razonamiento al reduccionismo.
Las visiones fatalistas del mundo, sirven para apalancarnos en una negativa peligrosa. A veces esa negativa nos empuja a no discriminar lo bueno de lo malo, reducirlo todo a algo negativo.
El mundo en sí mismo, por cuanto creado por Dios, es una buena razón para que apostemos por él. La inmovilidad y el miedo al caos, puede frenar nuestras ganas o cortar nuestras posibilidades de inclinar la balanza, de poner cordura en medio de un mundo caótico.
El regalo del Señor al presentarse ante los discípulos, fue la paz: Paz a vosotros. Y seguido a esto, invitó a Tomás a meter el dedo en su llaga.
Estamos llamados a vivir en el costado de Jesús, y desde la visión infinita que nos brinda ese hogar cálido, podremos mirar el mundo sin pesimismo y con un compromiso cristiano firme para mejorarlo.