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Cada día del año llama a su seno, al Templo, la Madre Parroquia a sus hijos los feligreses. Los llama por la voz broncínea de las campanas, por boca del Párroco y Pastor, por los latidos amorosos de su materno corazón. ¡Venid, hijos!, clama. ¡Venid todos a vuestra casa, que es casa de familia. Hogar, centro de amor! En la Cuaresma, y más aún en la última semana, la Semana Mayor o Santa, llama a los fieles con vivísimo interés, con fervientes y reiteradas súpli­cas. Particularmente el Jue­ves y Viernes Santos, convoca la Madre Parroquia a sus hijos y os Junta en el templo a fin de que contemplen de cerca las imágenes sagradas, en muchas iglesias antiquísimas y artísticas, de Cristo paciente y la Virgen Dolorosa, o la Piedad, es decir, la Virgen Dolorosa con el sagrado cadáver de su Divino Hijo en los brazos.

Quiere la Madre Parroquia que sus hijos mediten y ahonden en el sublime mis­terio de la Pasión y muerte del Redentor. Quiere que sean salpicadas sus almas por una gota de sangre de Jesús, por una lágrima rutilante de María. Quiere que sientan en su corazón la herida penetrante de los duros clavos que fijaron a Jesús en la cruz, el dolor agudísimo de la espada que atravesó; del Corazón de la Madre de Jesús.  Quiere que sientan en su alma un vivo dolor, no tanto sensible cuanto es­piritual, a saber, un dolor y arrepenti­miento de sus pecados. Quiere que, a vista del dramático cuadro que ofrece las conmovedoras efigies de Cristo paciente y su Madre Compaciente, se reconcilien con ellos mediante la penitencia y aborrecimiento del pecado, y se reconcilien mutuamente, perdonándose las ofensas que unos a otros se hayan inferido y prometiéndose vivir ya siempre como hermanos.

Quiere, en fin, que estos días eminentemente santos los cristianos todos, con verdadero dolor y sincero arrepentimiento, mezclen sus lágrimas,  las del corazón más que las de los ojos, con las lágrimas ardentísimas y amargas de la Virgen Dolorosa con las lágrimas que vierten los ojos entumecidos  de Jesús, con la sangre que brotan de sus heridas benditas. La Madre Parroquia grita a sus hijos en la Semana Santa: ¡Oh, vosotros todos los que transitáis por los caminos de la vida, acercaos,  mirad y ved si hay un dolor semejante al dolor de vuestro Padre Jesús, llagado y muerto en infamante patíbulo; al de vuestra Madre María, dolorosa, lacrimosa! ¿Habrá alguien que desoiga la llamada apremiante, gemebunda, angustiosa de la Madre Parroquia?