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«Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento». Salmo

En esta Cuaresma estamos aprendiendo a caminar por fe. El camino de fe normalmente se hace en oscuridad, o sea, sin llegar a comprender la grandeza del plan de Dios, que te abarca, te alcanza y te plenifica. Para eso, la actitud recomendada es el completo abandono. A ver, suena a antiguo, pero es parte de lo creemos y no hay nada más actual, que vivir de fe. Es algo que se actualiza en todas las épocas y guarda en sí, una verdad hermosa: aunque camine por valle sombra o muerte, no he de temer mal, porque Tú estarás conmigo.

Esta verdad y el completo abandono que supone creer que Dios guía todos los acontecimientos de tu vida, incluso los inexplicables, hacen que pasemos por este mundo confiados. No es despreocupados, no es lo mismo. Más que una reacción de autosuficiencia, es una declaración de intenciones. El que camina por fe, avanza y deja que Dios tome su mano.

El final de esta Cuaresma lo sabemos. El amor vencerá sin remedio a la muerte, la esperanza se abrirá paso entre la tormenta y resplandecerá un hermoso Domingo de Resurrección, para ti y para mí.

Dios quiere que te dejes de excusas para abandonarte, para fiarte de sus planes de amor. Hoy te invita a dejar el lastre pesado, y tomar sobre tus hombros su carga ligera, su cruz, sus sentimientos… Te invita a encontrarte con Él, y desde Él, regalar esperanza y consuelo a un mundo, que no tiene confianza, porque no tiene fe.

No dejes pasar la oportunidad de encontrar aquel que te necesita, y acompañar su camino, como Dios ha hecho contigo hasta hoy. Si escuchas atentamente, sentirás el tañer de sus campanas: voluntad de Dios. Si prestas oido, te contará en el silencio cuaresmal más sonoro, qué debes hacer.