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«La Parroquia hace el oficio de corazón en la vida religiosa y cristiana».  P. Alejandro María.

«Se habla del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María. Se habla de la necesidad de ser devotos de estos Corazones Sacratísimos y de consagrarse a ello. Y con motivo se habla. Pero también se debe hablar del Corazón de la Parroquia, y de la necesidad de la devoción y consagración al Corazón de la Parroquia. Diciendo Corazón de la Parroquia, o Parroquia-Corazón, está dicho todo: amor, maternidad, vitalidad, calor, actividad, potencia, energía… Todo esto es la Parroquia, porque es Corazón. La Santa Iglesia, tal como Jesucristo la fundara, es un cuerpo orgánico, y cada cristiano es miembro u órgano de ese cuerpo. La iglesia universal se divide en pequeños cuerpos, que son las diócesis con su Obispo a la cabeza (iglesias diocesanas); y éstas a su vez se subdividen en otros más pequeños cuerpos, que son las Parroquias con su Párroco al frente (Iglesias Parroquiales). El cuerpo de la Iglesia Parroquial, lo mismo que el cuerpo de la Iglesia diocesana, y que el cuerpo de la Iglesia universal, reclama un corazón, mantenedor de la vida.

La Parroquia hace el oficio de corazón en la vida religiosa y cristiana. Así como el corazón, con su riego sanguíneo, conserva la vida del cuerpo humano, así la Parroquia comunica sangre, y con la sangre la vida, al cuerpo social cristiano. La debilidad o funcionamiento defectuoso del corazón repercute en todo el organismo. De igual modo, el debilitamiento o funcionamiento irregular de la Parroquia ocasiona la depauperación y anemia de la piedad y moral cristianas. Un colapso del Corazón-Parroquia originaría inevitablemente la muerte espiritual de las almas. Una organización religiosa, piadosa, apostólica, social, que no recibe el influjo de la Parroquia- su sangre, su impulso, su calor- no puede tener vida. Hay que contar en todo con la Parroquia. Hay que tonificar el Corazón-Parroquia, para de ese modo robustecer la vida religiosa y cristiana. San Pío X dijo en circunstancia solemne, ante varios Cardenales: “Lo que hace falta es que todos vuelvan a la Parroquia”.

Si, lo que hace falta es que todos los cristianos vuelvan al Corazón-Parroquia, y de él reciban el flujo de la Sangre divina. También la Parroquia, mostrándonos su Corazón de Madre, podría decirnos, a semejanza de Jesús: “He aquí el Corazón que tanto ama y se desvela por sus hijos, y que de gran parte de ellos no recibe sino desamor, indiferencia, olvido”. Del Corazón de Cristo salió la Parroquia, por cuanto es porción de la Iglesia; y al Corazón de Cristo lleva la Parroquia a las almas. El fin de la Parroquia y de toda vida Parroquial – son palabras de Pío XII- es “que Jesús sea conocido, amado y servido de todos”. Necesitan los cristianos hacerse devotos del Corazón de la Parroquia, como del Corazón de Jesús y del Corazón de María. He aquí los  tres Corazones, objeto preferente de la devoción de las almas. Y hay más. En la devoción al Corazón de la Parroquia encontrarán las almas, pujante y robusta, la devoción al Corazón de Jesús y al de María·.

Padre Alejandro María.