Nuestra casa, la Comunidad de Hermanas Presentacionistas Parroquiales Adoradoras, se vio envuelta por una brisa suave, serena y ardiente… la misma brisa que estremeció el cenáculo de los primeros discípulos: el Espíritu Santo volvió a visitarnos con su fuego renovador durante el retiro de Pentecostés organizado por la CONFER Diocesana de Albacete.
Desde el corazón de nuestra vocación, en el pequeño altar que cada día arde con nuestra adoración, acogimos a consagrados y laicos que se unieron a este encuentro de fe. A las 10:15 comenzamos la jornada en nuestra casa de Camino de Morata, n.º 1, y desde el primer momento se palpó la delicada presencia de Dios, tejida entre saludos fraternos, sonrisas sencillas y ese silencio fecundo que prepara el alma para acoger.
Nuestro querido obispo, D. Ángel Román, fue el guía de este día de gracia. Sus palabras, encendidas de sabiduría evangélica, nos invitaron a mirar hacia dentro, hacia ese lugar donde el Espíritu susurra y da forma. Nos habló de la humildad: no como virtud decorativa, sino como la condición necesaria para escuchar al Espíritu, acoger sus dones y dejarnos modelar por Él. Porque solo quien se hace pequeño puede volverse instrumento en las manos del Padre.
¡Cuánto bien hace recordar que la alegría, la sencillez y el servicio son signos del paso del Espíritu! En estos tiempos donde tanto ruido ensordece, y tanto protagonismo cansa, su llamado nos recordó que la Iglesia no camina a solas: la construimos todos, con nuestras diferencias, talentos y fragilidades. Somos uno, no porque seamos iguales, sino porque en nuestra diversidad el Amor nos entrelaza.
A las 13:00 horas, la Eucaristía coronó el retiro como sol en lo alto del mediodía. Cristo, presente y ofrecido, se nos dio una vez más como alimento de comunión. Allí, en la mesa del Señor, se selló lo vivido: un Pentecostés vivido desde la oración, la escucha y el ardor misionero que brota de la intimidad con Él.
Como Hermanas Presentacionistas, sentimos que este encuentro no solo fue una actividad más: fue una renovación del alma, un respiro de Dios en medio de nuestro servicio. La Virgen María, Presentada en el Templo, humilde y abierta a la voluntad divina, nos acompañó en cada momento. A Ella le confiamos los frutos de este precioso día. Que desde nuestra pequeñez sigamos adorando, sirviendo y ofreciendo, para que en cada rincón de esta diócesis se avive el fuego de la fe.








